miércoles, 3 de diciembre de 2014

¿Hacia dónde va la Ciencia Política latinoamericana? Temas de estudio y enfoques teórico-metodológicos de la investigación producida en América Latina




En los últimos años, mucho se ha dicho y escrito sobre la Ciencia Política en América Latina[1]. Uno de los mayores catalizadores de este ejercicio de introspección disciplinaria fue la publicación del artículo de Giovanni Sartori, “¿Hacia dónde va la ciencia política?” (2004),  en el cual una de las máximas figuras de la Ciencia Política contemporánea anunciaba la crisis de la disciplina[2].  Pero el de Sartori no fue un posicionamiento aislado.

Escrito por Cecilia Rocha en http://www.condistintosacentos.com/

Nota: La imagen es tomada de la red, del Blog Crítica Ácida


A partir del año 2000 en el contexto de la Ciencia Política estadounidense emergió el “Movimiento Perestroika”[3]; una confluencia de reacciones críticas por parte académicos de renombre internacional que expresaron su preocupación por el rumbo que estaba tomando este campo de conocimiento en dicho país. Lo que a éstos y a Sartori preocupa, en concreto, es la creciente hegemonía de una forma específica de ejercer la disciplina: el modelo mainstream de la Ciencia Política norteamericana.
Algunas de las características que los críticos atribuyen a este modelo son: su énfasis empirista y cuantitativista; el culto a la estadística y las matemáticas; los modelos formales y el enfoque de la elección racional; el relegamiento de la teoría política a los márgenes; la investigación orientada por el método más que por problemas sustantivos y la consecuente escasa aplicabilidad de los conocimientos que produce; y la poca reflexión sobre los supuestos ontológicos y epistemológicos que informan sus esfuerzos (véase Kasza 2001; Shapiro 2002; Marsh y Savigny 2004; Monroe 2005; Schram y Caterino 2006; entre otros).
Esta discusión generó distintas reacciones y reflexiones en relación a la Ciencia Política en América Latina pero poco se sabe a ciencia cierta “cómo está” el campo de conocimiento en lo que a este punto refiere. La investigación politológica que se produce en América Latina, ¿sigue los patrones de ese mainstreamnorteamericano? ¿Es posible afirmar que se está procesando una “americanización” de la producción disciplinaria en cuanto a sus temas de estudio y enfoques teórico-metodológicos?
La investigación “La Ciencia Política en América Latina (2000-2012): Temas, teorías y metodologías[4]  buscó echar luz sobre estas cuestiones.  Su objetivo fue identificar los temas de estudio, los enfoques teóricos y las herramientas metodológicas predominantes en el periodo 2000-2012 en los tres países que se consideran los grandes en términos de consolidación de la disciplina en el continente: Argentina, Brasil y México (Altman 2005). Para ello, se examinó una muestra de artículos de revistas académicas de Ciencia Política o que realizan sistemáticamente publicaciones en la materia y que son de referencia en dichos países y reconocidas a nivel regional. Las revistas analizadas fueron: Lua Nova y Dados de Brasil; Perfiles LatinoamericanosPolítica y Gobierno y Gestión y Política Pública de México y Postdata y Revista SAAP de Argentina[5].
De los resultados obtenidos, varios apoyan la hipótesis de una hegemonía[6] del mainstream norteamericano:
  • la fuerte orientación empírica registrada;
  • el predominio de temas de estudio  del núcleo duro de la disciplina, en particular los vinculados a partidos y elecciones;
  • la importante ascendencia de los referentes teóricos estadounidenses,  en especial en los estudios sobre partidos, elecciones, instituciones políticas y gobierno, muchos de los cuales trabajan desde el neo institucionalismo de la elección racional;
  • y  la prevalencia de los estudios cuantitativos por sobre los cualitativos, con un número marginal de trabajos mixtos.
Sin embargo, otros elementos encontrados obligan a matizar las conclusiones y seguir avanzando en el estudio del tema. Por un lado, la Ciencia Política que se publica en las revistas analizadas viaja poco[7]. La mayoría de los artículos analizados versan sobre el país del investigador y/o de la revista (que en general, coinciden). Y esto puede ser visto como una mala “mala señal” desde el punto de vista de quienes defienden el mainstreamnorteamericano  para quienes la ciencia debe configurarse como una empresa universal guiada por el afán de alcanzar conocimientos generalizables y regularidades que excedan los contextos locales[8].  Por otra parte, si se examina la evolución en el tiempo de los artículos que aplican técnicas cuantitativas, se presencia un retroceso de éstos en favor de los cualitativos, aunque los primeros siguen siendo predominantes. A ello se agrega el hecho de que una cantidad importante de artículos no tienen estrictamente un propósito empírico ni teórico –se podría decir que son ensayísticos, argumentativos, propositivos, etc.-, o bien tienen una pretensión empírica pero no siguen una estrategia metodológica claramente definida para concretarla.
A partir de estos datos, más que hacer declaraciones contundentes conviene dejar planteadas algunas cuestiones para seguir promoviendo la reflexión sobre el devenir de la Ciencia Política latinoamericana.
1 -  Las comunidades politológicas de la región están abocadas a dar respuestas sobre la realidad que las rodea pero generalmente lo hacen a través de un instrumental teórico elaborado en otros contextos, en particular a la hora de abordar determinados objetos. ¿Qué implicaciones tiene esta situación? ¿Se debería intentar revertirla? ¿Es factible/relevante que el corpus de  académicos de referencia sea local? ¿Qué tanto impactan los trabajos realizados desde América Latina en los productos de los investigadores del “centro”? Debatir sobre estas cuestiones exige prestar atención a los contextos políticos-económicos y, atravesando éstos, al tema del poder y la producción del conocimiento.
2- Existe una legítima preocupación por la institucionalización de la Ciencia Política en América Latina, esto es, por: tener más y mejores programas de enseñanza; centros de investigación con un plantel dedicado y bien pago; canales de difusión del conocimiento producido de mayor alcance y calidad; redes de articulación de politólogos que actúen como promotores del campo, entre otros.  Pero la búsqueda de la profesionalización disciplinaria no debe confundirse con la adopción ciega del mainstream norteamericano de manera hegemónica, como si esta fuera la única forma posible de hacer Ciencia Política de “calidad”. Se trata de dos discusiones independientes que deben discurrir por carriles diferenciados.  Ser “cuanti” puede otorgar más prestigio en el escenario actual pero no asegura la rigurosidad de las investigaciones, aunque muchas veces las formas específicas como se utilizan las nociones de “calidad” o “profesionalidad” trafiquen sentidos que refuerzan la legitimidad del hablar y actuar en consonancia con los enfoques más valorados.
3- La elección de enfoques teórico-metodológicos para la investigación debe estar guiada por las exigencias del pensar metodológico en el sentido de Sartori (2009), como el “método del logos, del pensar”: esto es, en base a una preocupación por la estructura lógica y el procedimiento de la investigación científica.  A su vez, este imperativo indica que son los problemas de investigación que determinan el herramental apropiado para su abordaje, y que distintas aristas o construcciones de un problema, así como distintos problemas,  demandarán diversas maneras de ser estudiados. De otro modo, como señala Shapiro (2002: 598): “(…) if the only tool you have is a hammer, everything around you starts looking like a nail”.  Para atender la complejidad de los fenómenos políticos se requiere de una pluralidad de tradicionales teóricas, metodológicas y, en última instancia, epistemológicas. Pero esta es una posición personal en un debate que no es sino normativo…
En definitiva, el estudio de la Ciencia Política en América Latina (Ver el post de Fernando Barrientos en este blog) es un campo incipiente que tiene mucho aún por hacer y decir. Es preciso ampliar su alcance incluyendo más realidades y preguntas de investigación para reflexionar sobre hacia dónde debería ir la disciplina de manera informada. En cualquier caso, los dictámenes finales, si fueran posibles en este tipo de disyuntiva, estarán teñidos de visiones normativas sobre el funcionamiento de nuestras sociedades y el papel que debe jugar en éstas el conocimiento sobre la política.
Bibliografía
Altman, David. 2005. “La Institucionalización de la Ciencia Política en Chile y América Latina: Una mirada desde el Sur”Revista de Ciencia Política vol. 25 (1): 3–15.
Bourdieu, Pierre. 2000. Intelectuales, Política y Poder. Buenos Aires: Eudeba.
Flyvbjerg, Bent. 2001. Making social science matter: why social inquiry fails and how it can succeed again.New York: Cambridge University Press.
Kasza, Gregory. 2001. “Perestroika: For an Ecumenical Science of Politics”. PS: Political Science & Politics vol. 34 (3): 597–599.
Monroe, Kristen. 2005.  Perestroika! The raucous rebellion in political science. New Haven: Yale University Press.
Marsh, David y Heather Savigny. 2004. “Political Science as a Broad Church: The Search for a Pluralist Discipline”. Politics vol. 24 (3): 155–168.
Rivera, Mauricio y Rodrigo Salazar-Elena. 2011.  “El estado de la ciencia política en México. Un retrato empírico”Política y Gobierno, vol. XVIII (1): 73–108.
Sartori, Giovanni. 1984.  “Dove va la Scienza Politica?”. En Graziano, Luiz. Ed. La Scienza Política in Italia. Bilancio e prospettive. Milán: Franco Angeli (98–114).
Sartori, Giovanni. 2004. “¿Hacia dónde va la ciencia política?”Política y Gobierno vol. XI (2): 349–354.
Sartori, Giovanni. 2009. “What is Politics?”. En Collier, David y John Gerring. Eds. Concepts and Methods in Social Science. The Tradition of Giovanni Sartori. London: Routdledge (45-59).
Schram, Standford y Brian Caterino. 2006.  Making Political Science Matter: Debating Knowledge, Research and Method. New York: New York University Press.
Shapiro, Ian. 2002. “Problems, methods, and theories in the study of politics, or what’s wrong with political science and what to do about it”. Political Theory, vol. 30 (4): 596–619.


[1] En este trabajo se utilizan indistintamente los términos “Ciencia Política en América Latina” y “Ciencia Política latinoamericana” sin ingresar en la discusión de si es posible referir a los campos disciplinarios y su expresión en contextos específicos como entidades unitarias y homogéneas.
[2] La postura de Sartori se remonta al menos a su trabajo “Dove va la Scienza Politica?” (1984).
[3] El “movimiento”  surge a raíz de un e-mail anónimo recibido por el equipo editorial de la American Political Science Review, firmado por “Mr. Perestroika”, que bogaba en favor de un mayor pluralismo metodológico. El libro de Ben Flyvbjerg (2001), Making Social Science Matter, es considerado como el manifiesto del movimiento.
[4] El proyecto de investigación fue ejecutado entre noviembre de  2012 y octubre de 2013 con el financiamiento de CLACSO-ASDI en el marco del Concurso “El estado de las ciencias sociales en América Latina y el Caribe en el mundo  contemporáneo” (Categoría Iniciación a la Investigación).
[5] Algunos de los criterios relevantes para la confección de la muestra fueron que las revistas aparecieran en los catálogos nacionales y regionales, que fueran reconocidas como hitos en los trabajos sobre la historia de la Ciencia Política en cada país y su impacto; estableciendo como criterio excluyente su continuidad durante todo el periodo de estudio (2000-2012). No se consideraron todos los artículos sino una muestra de éstos elegidos aleatoriamente, excluyendo trabajos que no fueran de Ciencia Política, reseñas de libros y otro tipo de secciones.
[6] El término hegemonía se utiliza en un sentido articulado con la noción de “campo científico” de Bourdieu (2000).  En este marco, la idea de “estructura del campo científico” remite al estado de la distribución del capital simbólico de reconocimiento entre sus concurrentes, haciendo referencia a una correlación de fuerzas entre los actores que “dominan” el campo y los que pertenecen al mismo pero son “dominados” por éste. Los primeros no ejercen su poder directamente sobre los individuos sino sobre el campo, constriñéndolo, estableciendo pautas, diseñando métodos y proponiendo lo que es y lo que debe ser ciencia.
[7] La expresión es de Rivera y Salazar-Elena (2011).
[8] Aquí no interesa entrar en la cuestión de si en algún país la Ciencia Política viaja más que en otro y cómo está la Ciencia Política latinoamericana en este sentido, sino cotejar el estado de ésta con lo que el modelo espera.


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